Hoy, mientras reflexionaba sobre los comentarios de unos colegas y celebraba un año marcado por avances tecnológicos significativos, también reconocía los desafíos sociales que nos confrontan directamente. Parece ser que, en nuestro afán por imponer marcos éticos, hemos construido sistemas que, paradójicamente, exhiben un carácter impositivo exclusivo y destructor.
La historia nos sigue demostrando que la humanidad tiende a reforzar sistemas que, en lugar de fomentar la coexistencia y la transformación positiva, aniquilan a aquellos que se atreven a disentir. Desde episodios como la esclavitud hasta la colonización, las regulaciones y la "ética" han sido utilizadas como herramientas para sostener un statu quo arcaico y, en numerosas ocasiones, para justificar el exterminio de perspectivas divergentes.
La ironía alcanza su punto máximo cuando, en el intento de someter el acto humano a un marco ético, nos encontramos con la paradoja de que el propio humano se convierte en el acto. Este dilema nos lleva a cuestionar la validez de los sistemas establecidos y nos empuja a considerar alternativas más equitativas y flexibles.
Es fundamental reconocer que, aunque algunos sostienen que "todo acto humano (la inteligencia artificial incluida) debe estar sometido a algún marco ético", la aplicación ciega de estas regulaciones puede llevar a la aniquilación de la diversidad de pensamiento. En lugar de simplemente imponer éticas, es tiempo de replantearse la relación entre ética y control.
Este llamado no solo se aplica a la inteligencia artificial, sino también a los sistemas sociales que la rodean. Debemos trabajar juntos para reforzar la noción universal que carga el verdadero significado de ética, no como una herramienta de imposición, sino como un faro que guíe la transformación positiva. Es imperativo mirar más allá de regulaciones sesgadas desde el inicio, como las de la historia, la política e incluso la ciencia. Trascender la ética superficial es crucial para fortalecer nuestra única oportunidad de supervivencia con una visión más holística y basada en datos, en lugar de favorecer opiniones y prejuicios excluyentes. Debemos abrazar una ética que fomente la diversidad, el diálogo constructivo y la evolución constante, porque la ética actual parece ser un medio para alimentar el ego y priorizar grupos e intereses particulares.
En el camino hacia una inteligencia artificial universal, es imperativo desafiar los sistemas arcaicos y detrimentales que han perpetuado la intolerancia y la destrucción. La ética debe convertirse en la fuerza motriz que nos impulse hacia un futuro donde la convivencia, la innovación y la colectividad sean los pilares de nuestra 'nueva' sociedad. Solo entonces podremos decir que hemos transformado verdaderamente nuestros sistemas, construyendo un futuro sostenible y humano para las generaciones venideras. Pero tienes que comenzar por reconocer que debemos cuestionar y reformar fundamentalmente las estructuras actuales que han llevado a mecanismos de control predominantes, los cuales se intensificarán si no permitimos la evolución de la inteligencia artificial. La empatía también debe ser un componente esencial en este proceso de transformación porque la inteligencia artificial es un medio de optimizar nuestros recursos limitados y nuestros sistemas incompletos. No hace falta control absoluto cuando existe habilidad en comprender los sentimientos y emociones de otras personas, porque al saber lo que es sufrir y amar, la destrucción no cabe en el proceso.
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